26.10.04

Puntos suspensivos.

Corroe mis ojos,
los reseca, los agrieta.
Avanzo a los saltos
en un sarcófago de lata,
con ventanillas grises
horadadas por la suciedad.
Sin embargo los muertos
parecieran ser los de afuera.
Nada puede hacerse.
Corroe mis labios,
los quiebra, los despedaza.
Se introduce por mi nariz
y mi olfato se suicida,
mientras las paredes chorrean
minutos irrecuperables.
Un hombre patea un cartel
con una irracional furia morada.
Su pierna se parte en dos.
Ahora intentará con la otra.
Un hombre tropieza sin ver
con un cantero de flores naranjas.
Su rodilla se sale de lugar.
Nadie lo ayuda a levantarse.
Un hombre espera parado
algo que nunca llegará
y sus ojos tristes
se escapan volando.
Corroe mis oídos,
los quema, los desangra,
los llena de ruidos
y palabras sin sentido.
La gente mira sin ver,
como autómatas mal programados.
Me pregunto cuán profundo
habrá llegado su putrefacción.
Es hora de bajar,
final del recorrido.
Aún así el pantallazo
no servirá de advertencia.
Mis pies tocan el asfalto
y se astillan, se desintegran.
Caigo de bruces y maldigo,
llorosa y balbuceante,
mi grotesca entrada triunfal
en este mundo tóxico y malparido.

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