26.8.04

Inspiración.

Plateadas lagunas cuelgan de sus pestañas al abrir los ojos y descubrirse parado en medio del escenario ante cientos de espectadores boquiabiertos de asombro.
En sus manos el instrumento brilla y aún vibra, culpable en parte de tanto silencio.
El músico, emergiendo todavía de su profundo éxtasis, se ruboriza, sonríe y se encoge de hombros como disculpándose por su febril ensimismamiento.
Una explosión de aplausos lo sorprende de imprevisto, golpeándolo en el rostro, haciéndolo trastabillar.
Doradas lagunas cuelgan de sus pestañas, reemplazando emociones pero no intensidades.
Con una humilde reverencia y una creciente sensación azulada en el pecho, agradece, saluda y corre a refugiarse tras el telón.
Una sonrisa enorme lucha por no salírsele del rostro.
Esa noche ha aprendido que su alma desnuda toca mejor que él vistiendo su más glamoroso atuendo.

24.8.04

Banquete.

"Trágico conejo, la noche nos devora..."
Nino Z.

La vajilla estaba dispuesta sobre la mesa con obsesiva meticulosidad, detalle que ya no importa demasiado. Los huéspedes se han desparramado sobre ella con voraz y estúpido frenesí. Se abalanzan sobre los platos vacíos como si de estar llenos les fuesen de alguna utilidad. Se sumergen en los vasos de a dos y hasta tres, enredándose ebrios y desesperados.
Como arañas autómatas caminan unas sobre las otras, buscando ansiosas, rasguñando el aire. Se tocan las yemas de los dedos entre sí, en una muda conversación de táctiles antenas en la que parece difundirse un mensaje de desaliento.
Vuelven a arrastrarse, casi agachadas, ignorando ya platos y cubiertos inanes, sorteando copas volcadas y no tanto. Olfatean el aire sin aromas en un gesto interrogativo, sintiendo que lo que buscan está ahí en alguna parte, inalcanzable, en una zona vedada, prohibida.
Los dedos crispados como nerviosas garras se aferran a los bordes de la mesa, absurda y enorme frontera para el universo de su ansiosa necesidad.
Debajo del mantel en que tropiezan y desesperan decenas de manos lunáticas, entre las gruesas patas de madera, temblando aterrado asoma un pequeño conejo gris de orejas caídas. Husmea el aire y se estremece, alerta de una amenaza próxima a vejar su inocente pureza.
Presiente que tarde o temprano será oprimido, despedazado y devorado por la incoherente gula de los comensales, pero no sabe hacer más que esperar, tembloroso, a que el mundo sane y pueda salvarse.
(No sabemos hacer más que esperar, temblorosos, a que el mundo sane y podamos salvarnos...)

10.8.04

Caer.

Sobre transparentes, delgadas y sedosas alas de palabras ininteligibles entretejidas de alguna misteriosa manera, remonto vuelo como si fuese un suspiro que alguien dejó escapar.
Una especie de libélula mitológica con extraños caracteres tatuados en una antigua y silenciosa música semeja mi sombra, lejana y etérea.
La brisa me acaricia las pestañas y casi no me percato de que estoy soñando. Hasta que una puerta se abre y comienzo a caer.
Resbalo lenta y blanda hasta mi cama.
Mis pupilas se desperezan en la oscuridad y me descubro sentada, confundida, añorando alas y palabras... sin comprender por que no estás entre mis brazos.

1.8.04

Duerme el silencio sobrevolándote...

Una hebra de lana desciende sobre tu frente y un torpe y ligero beso se desliza por ella para colarse entre tu almohada y tus sueños.
Considerate mágicamente besado.