9.1.13

Café

Imagen: Coffee

Fue una cosa espantosa lo que le pasó… todo por una taza de café, imagínese usted. Se ve que había dejado un poquito, un culito de café, como suele decirse. Lo dejó ahí vaya una a saber cuántos días sin lavar, al lado de la cama, ¡la cantidad de porquerías que se habrán mezclado ahí adentro, formando un caldo asqueroso…! Me dan escalofríos de sólo pensarlo. Parece que la cosa fue fermentando, creciendo, transformándose cada día en algo más… ¿cómo le explico? “completo”.
Hasta que esta mañana no va y sale, che… se desborda de la taza, se baja como si se tratara de un animalito. Claro que no tenía forma de nada, no se parecía a nada que una conozca como un animal o un bicho… era una masa viscosa de café y más cosas, como algo venido del espacio podría decirle, pero si no mira películas de terror usted no me va a entender… La cuestión es que sale, se arrastra como puede por la mesa de luz y se sube a la cama, ¡sí, la cama donde ella estaba durmiendo! Le trepa a la almohada, le pasa por encima del brazo, yo no sé cómo no se despertó con tremenda asquerosidad rozándole la piel, y se le acerca a la cara. ¡No se me agite, Doña Ernestina, que la historia ya termina! ¡No, cómo voy a inventar yo una cosa semejante! Cuestión que el café… si, no sé cómo más llamarlo, se le acerca a la cara, de golpe salta y se le empieza a meter por la boca y por la nariz. ¡Imagínese cómo estaba yo, mirando todo por la ventana! Ella empezó a sacudirse y manotear vaya a saber qué, porque ya casi no había nada para manotear….Abría mucho los ojos. Pataleó y dio manotazos hasta que se quedó quietita y no se movió  más. Claro, para mí que se murió asfixiada, ¿qué otra cosa se puede esperar?
Ahora, ¿vio, Doña Ernestina? Una siempre hincha con el tema de la limpieza, pero no es para embromar, mire las cosas que le pasan a la gente joven por ser sucia… Si nos escucharan un poco más. ¿La policía? No, todavía no vino, si no la llamé, la tenía que llamar a usted primero para contarle y descargar el terror que tengo adentro. Imagínese usted viendo semejante cosa por la ventana ¿qué haría? Llamarme a mí para contarme, claro que sí, para qué están las amigas si una no puede descargar lo que tiene adentro con ellas. Epa… parece que alguien me ganó de mano, porque ahora la cama está vacía. No, no se ve a nadie y en la vereda no hay patrullero ni ambulancia… qué raro. Capaz que llegó alguno de los noviecitos esos que tiene y la llevó en el auto al hospital… pero no creo… yo no escuché ningún motor, además que yo sepa ninguno de esos con los que sale tiene auto, no…
Espere que llaman a la puerta, debe ser que quieren escuchar algún testigo, sí,  para esas cosas yo estoy mandada a hacer. Si, si, apenas terminé de ver todo por la ventana, lo primero que hice fue bañarme y ponerme un vestido formal para la ocasión, después la llamé a usted, más vale. Bueno, son insistentes con la puerta, la dejo porque ni desayuné y estoy sintiendo un olor a café tan fuerte que parece una alucinación. ¡Ya va! ¡Ya va! No se altere, Doña Ernestina, que no le entiendo nada cuando habla así, ¡Ya vaaaa! ¿”Ella” quién? Ay, no la entiendo, después me llama y me cuenta, ¿no ve que no puedo con todo? Voy a cumplir con mi deber de ciudadana. Chau, Doña, que Dios la Bendiga.