12.8.07

.: IV :. (Odio)


Salió de la ducha y se paró frente al espejo con el cuerpo aún desnudo y empapado. El reflejo empañado le devolvía un rostro fantasmal que no distaba demasiado de su propia imagen mental.
Después de pasar la mano por el vidrio para disipar el vapor condensado, clavó en sus ojos una mirada de intenso odio.
No era todo el tiempo consciente de ese odio, pero cuando se hallaba frente al espejo los sentía fluir desde sus entrañas.
Odiaba su imagen, que no reflejara lo que en realidad era.
Odiaba no saber cómo debería ser esa imagen, aunque tenía la certeza de que debía ser monstruosa.
Aborrecía no poder sentir como una persona normal.
Apretó los puños y los dientes con fuerza, sin dejar de mirarse a los ojos mientras sentía las lágrimas calientes rodar por sus mejillas.
Odiaba ser tan secretamente vulnerable.
Odiaba haberse sentenciado de por vida a la más estricta e inalterable soledad.
Tenía el cuerpo tenso, como si estuviese a punto de desgarrarse y dejar escapar de su interior una bestia furiosa. Sus sienes latían. Los dientes rechinaron. Los nudillos comenzaban a palidecer.
Antes que pudiera darse cuenta su mano se estrelló contra el espejo, justo en medio de sus ojos, en un desesperado intento por descargar todo el odio que se había gestado en su interior. Como si pudiese hacer añicos el objeto de su desprecio, cuya mirada seguía clavándose en la suya.
Lo que sí se resquebrajó fue el vidrio. Una grieta partió su reflejo en dos. Pasó un rato antes que se percatara de que su mano se había lastimado. Sus ojos siguieron el recorrido de las gotas de sangre con fanática abstracción.
Se llevó la mano a la boca y con fascinación, lamió sus nudillos, entrecerrando los ojos ante el sabor metálico. Sintió el calor de la incipiente excitación trepar por su cuerpo, su corazón latió desaforado.
El deseo creció y se esparció por cada uno de sus poros. Volvió a meterse tras la cortina de la ducha, como si le provocase vergüenza la mirada de su reflejo distorsionado. Sin sacar la mano de su boca un instante se masturbó hasta que el orgasmo llegó con rabiosa rapidez; saboreando las gotas color escarlata como si fuesen el más sagrado elixir.

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