19.10.07

De Cronopios y de Famas



Me conmueve el parpadeo final ^^ (o "Pestañeo", como prefieran... :P)

12.10.07

.: VII :. (Seducción)


El monótono traqueteo del subterráneo adormecía su mente que viajaba por parajes lejanos.
Aferrándose con ambas manos a uno de los aros bamboleantes provistos para dicho fin, perdía la mirada más allá de las ventanillas, donde las oscuridades se sucedían a toda velocidad.
No era una hora particularmente concurrida, de hecho había varios lugares vacíos donde sentarse, pero prefería mantenerse de pie y dejar su cuerpo oscilar con el vaivén del viaje.
Casi todos los ojos observaban su figura de tanto en tanto. Atraía a ambos sexos, lo sabía y no le importaba. Le abría más posibilidades.

Pisó sin querer la punta de una zapatilla frente a sus pies y murmuró un quedo "perdón".

El agredido le sonrió ruborizado, aceptando sus disculpas.
Una extraña sonrisa se materializó en su rostro al descubrir que el joven no le quitaba los ojos de encima, desbordante de interés.

Lo estudió con descaro. Vestía informal pero elegante. Un par de anteojos descansaba sobre su nariz y un libro sobre su regazo, con un dedo entre las páginas marcando la interrumpida lectura. Así hablaba Zaratustra.

"Intelectual... O un intento fallido por comprender a Nietzsche." Sonrió.
Tuvo unas repentinas y absurdas ganas de saltarle encima e hincar los colmillos en su cuello. Demasiadas historias de vampiros. Nunca era tan fácil. Debía articular todo un ritual de seducción eficiente para llegar a una instancia siquiera semejante.
Señalando el libro, comenzó una conversación filosófica que sabía podía remontar; mientras el muchacho, emocionado, intentaba estar a su altura.
Hablaron animadamente hasta que el subte llegó al final de su recorrido y con éste, la hora de descender y dirigirse cada uno a su respectivo destino.

Pero, producto de una feliz casualidad, (o poco feliz... dependiendo del punto de vista...) el joven se encaminaba a su departamento a estudiar Filosofía Política... sin demasiadas ganas.
Se ofreció a ayudarlo, con su mejor sonrisa perfeccionada milimétricamente, infalible. Él ya había caído en su red desde el primer "Perdón".
Los sucesos acontecidos en aquel departamento fueron una simple repetición de otras tantas escenas montadas con el mismo propósito. Estaba convirtiéndose en hábil artífice, creaba la situación con tanta minuciosidad que sabía lo que ocurriría a cada paso.

Le resultaba fácil, pero con el tiempo comenzaba a tornarse tedioso.
Los libros apenas fueron hojeados. En el gran escenario que conformaba la cama, éstos fueron cayendo al suelo uno tras otro, tras el veredicto recibido de sus inapelables labios. "Aburrido", "aburrido", "aburrido."
El joven, fascinado con el sólo sonido de su voz, aceptaba cualquier orden dictaminada.
Y así llegaron las caricias y los besos, lentos, interminables. Ambos cuerpos ardiendo, enroscándose, asiéndose y dejándose ir con demente desesperación.
Llegó un orgasmo solitario, sin culpa ni arrepentimiento. El joven, sudado y jadeante, sintió una venda cerrarse sobre sus ojos y sonrió.
- Así que te gusta jugar -murmuró, perspicaz.

- Shhhh... no te imaginás cuánto... -fue la respuesta, seguida por un beso silenciador. Le ató las muñecas al cabezal de la cama, desoyendo los comentarios que tan bien conocía. Dio comienzo una atormentadora sesión de caricias donde la temperatura de ambos cuerpos empezó a elevarse nuevamente.
A partir de entonces dejó de escucharlo. Solía sucederle a menudo, se sentía como en una película muda.

Su imaginación se le anticipaba, su corazón latía desaforado.
Lo besó con pasión, luego le mordisqueó los labios, despacio primero, y cada vez con mayor frenesí hasta que él se quejó y pudo sentir unas gotas de sangre en su boca.
Para compensar un poco el dolor suministrado, los besos abandonaron los labios y se deslizaron cuello abajo, más ardientes, más premeditados.
Los gemidos del intelectual maniatado se incrementaron al sentir aquella boca húmeda recorriendo todo su cuerpo. En un momento creyó sentir una punzada al costado del muslo y casi se le escapa un grito. Pero una boca ávida ocupó el lugar del dolor, con tal dedicación que enseguida lo olvidó.

Y, paulatinamente, la habitación se fue inundando de gemidos que danzaban, irrumpiendo unos contra otros, hasta caer extenuados a los pies de la cama.
Cuando el joven despertó, estaba solo. La única evidencia de que todo no había sido una jugarreta de su mente era un corte en el muslo derecho y el labio inferior lastimado.
Miró la habitación a su alrededor. Sonrió con tristeza y acto seguido, sintió un escalofrío.

3.10.07

Alejandra, siempre Alejandra....


Cantora Nocturna

Joe, macht die Musik von damals nacht...


La que murió de su vestido azul está cantando. Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su corazón muerto. Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso. Ella canta.

Extracción de la piedra de la locura, Alejandra Pizarnik.