15.6.08

Caritas sucias


La hermana mayor, ya sin panza, acuna en su regazo un rosado y tierno capullo.
Acurrucada sobre sí misma, pasa de brazo en brazo sin despertarse del todo. No logra comprender aún por qué el mundo es un lugar tan frío. No sabe el puesto que ocupa hoy en esta "empresa familiar", cuánto más afloja los bolsillos su sucia carita dormida, su nariz fría, sus puñitos aferrándose a la vida desconocida.
Mamá, sin abandonar aún la adolescencia, ha subido un escalón. Ser madre la pone en lugar de mando, le da permiso para sentarse a supervisar. Ya no comprende que los niños se cansan de tanto caminar. Ahora reta, pega, se burla y contabiliza.
Gabriel tiene cuatro años y unos pocos caprichos incomprendidos. Único varón entre, ahora, seis mujeres-niñas (porque las madres no han dejado de ser niñas). Continúa pateando cuanto se asemeje a una pelota. Mendiga, además de monedas, algún gesto cariñoso de quien no parece su madre.
Gracias a algún tipo de magia, que sólo puede gestarse en el mundo de la infancia, ha aprendido a sonreír. De contrabando, a escondidas, encontró la llave que logra iluminar su rostro y hace que el mundo se paralice un instante, sin aliento.
Ojalá el día de mañana le quede suficiente sensibilidad para enseñarle a este nuevo retoño dormilón a sonreír tibiamente y así salvarse, aunque sea por un ratito, de la creciente frialdad de este mundo.

---------------------------------------------------------------------------------------------

Por fin. La segunda parte de Pequeño mendigo, la historia del pequeño Gabriel. Sigue siendo una triste historia, que no creo que se pueda modificar. Y así debe haber tantas otras...
Si estuviera a mi alcance, lo adoptaría. Pero no puedo.
Quisiera sacarle una foto, para que comprendieran un poco por qué me conmueve tanto este niño en particular, pero no sé si será posible.
En fin, les dejo el texto a modo de triste ilustración.
La imagen es una foto llamada "Niña", del fotógrafo cubano Alberto Korda. Para más info: link