26.8.04

Inspiración.

Plateadas lagunas cuelgan de sus pestañas al abrir los ojos y descubrirse parado en medio del escenario ante cientos de espectadores boquiabiertos de asombro.
En sus manos el instrumento brilla y aún vibra, culpable en parte de tanto silencio.
El músico, emergiendo todavía de su profundo éxtasis, se ruboriza, sonríe y se encoge de hombros como disculpándose por su febril ensimismamiento.
Una explosión de aplausos lo sorprende de imprevisto, golpeándolo en el rostro, haciéndolo trastabillar.
Doradas lagunas cuelgan de sus pestañas, reemplazando emociones pero no intensidades.
Con una humilde reverencia y una creciente sensación azulada en el pecho, agradece, saluda y corre a refugiarse tras el telón.
Una sonrisa enorme lucha por no salírsele del rostro.
Esa noche ha aprendido que su alma desnuda toca mejor que él vistiendo su más glamoroso atuendo.

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