
Ekathé -remaquillada ^^ en omóplato derecho-

Andrómeda -Nueva, en omóplato izquierdo-

°Natu agita los hombros y sale volando ^^°
~ más allá de cualquier zona prohibida / hay un espejo para nuestra triste transparencia ~ (A.P)
Joe, macht die Musik von damals nacht...
La que murió de su vestido azul está cantando. Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su corazón muerto. Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso. Ella canta.
Extracción de la piedra de la locura, Alejandra Pizarnik.
No podía tomar agua que no fuera mineral, ni comer frutas o verduras que no fueran frescas. Pensaba que las latas no eran dignas de contener más que cosas como pintura, pegamento… a lo sumo cacao. Pero ¿comida enlatada? No, gracias.
Algo que también solía alterar bastante su día era su imposibilidad de ir a un baño público. Ni siquiera a orinar. Ni hablar de aventurarse a entrar en uno de los baños de Ciudad Universitaria… cualquiera con el sentido del olfato medianamente desarrollado intentaría evitarlo, a menos que se tratara de una emergencia. (Aunque, a juzgar por el olor, se podría decir que todos lo que entran allí lo hacen con tal urgencia que no se fijan dónde.)Salió de la ducha y se paró frente al espejo con el cuerpo aún desnudo y empapado. El reflejo empañado le devolvía un rostro fantasmal que no distaba demasiado de su propia imagen mental.
Después de pasar la mano por el vidrio para disipar el vapor condensado, clavó en sus ojos una mirada de intenso odio.
No era todo el tiempo consciente de ese odio, pero cuando se hallaba frente al espejo los sentía fluir desde sus entrañas.
Odiaba su imagen, que no reflejara lo que en realidad era.
Odiaba no saber cómo debería ser esa imagen, aunque tenía la certeza de que debía ser monstruosa.
Aborrecía no poder sentir como una persona normal.
Apretó los puños y los dientes con fuerza, sin dejar de mirarse a los ojos mientras sentía las lágrimas calientes rodar por sus mejillas.
Odiaba ser tan secretamente vulnerable.
Odiaba haberse sentenciado de por vida a la más estricta e inalterable soledad.
Tenía el cuerpo tenso, como si estuviese a punto de desgarrarse y dejar escapar de su interior una bestia furiosa. Sus sienes latían. Los dientes rechinaron. Los nudillos comenzaban a palidecer.
Antes que pudiera darse cuenta su mano se estrelló contra el espejo, justo en medio de sus ojos, en un desesperado intento por descargar todo el odio que se había gestado en su interior. Como si pudiese hacer añicos el objeto de su desprecio, cuya mirada seguía clavándose en la suya.
Lo que sí se resquebrajó fue el vidrio. Una grieta partió su reflejo en dos. Pasó un rato antes que se percatara de que su mano se había lastimado. Sus ojos siguieron el recorrido de las gotas de sangre con fanática abstracción.
Se llevó la mano a la boca y con fascinación, lamió sus nudillos, entrecerrando los ojos ante el sabor metálico. Sintió el calor de la incipiente excitación trepar por su cuerpo, su corazón latió desaforado.
El deseo creció y se esparció por cada uno de sus poros. Volvió a meterse tras la cortina de la ducha, como si le provocase vergüenza la mirada de su reflejo distorsionado. Sin sacar la mano de su boca un instante se masturbó hasta que el orgasmo llegó con rabiosa rapidez; saboreando las gotas color escarlata como si fuesen el más sagrado elixir.
Yo no se, mira, es terrible como llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aqui contra el balcon con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detras de otro, que hastio. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavia no se cae. Esta prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahi va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el marmol.
Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahi mismo se tiran; me parece ver la vibracion del salto, sus piernitas desprendiendose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adios gotas. Adios.
Julio Cortazar
-Al levantar una barca,
una jardinera vi
regando sus lindas flores,
y al momento la seguí;
-Jardinera tú que riegas
en el jardín del amor,
de las flores que tú riegas,
dime cuál es la mejor.
-La mejor es una rosa
que se viste de color,
y el color que se le antoja
es el color de la hoja.
-Tres hojitas tiene verdes
las demás son coloradas,
y a ti te elijo, Manuela,
por ser la más agraciada.
-Muchas gracias jardinera
por el gusto que has tenido,
tantas flores en el coro,
y a mi sola has escogido.