19.12.08

Intro


La preocupación en los ojos de Ankshar no podía significar nada bueno. Tampoco el que caminara de un lado al otro tironeándose de la barba y murmurando maldiciones por lo bajo. Mucho menos los espesos nubarrones que comenzaban a entrelazarse sobre su cabeza.
-¡Maestro!- le gritó Snap para sacarlo de su ensimismamiento. Esas nubes no le gustaban ni un poco. Por supuesto que no lo escuchó. Su voz se perdía entre el retumbar de los truenos antes de alcanzar una altura siquiera respetable.
Comenzó a perseguirlo intentando no perderle el paso pero, como imaginarán, le fue imposible lograrlo. Se detuvo para recuperar el aliento mientras aquél continuaba con sus inmensas zancadas.
Tuvo una buena idea. No era algo que le sucediera a menudo, sobre todo en situaciones complejas, pero empezaba a comprender de a poco el carácter del viejo mago. Fue así que calculó el ritmo de los pasos. ¡Zum! para acá. ¡Zum! para allá. Uno, dos, tres, ¡ahora! Pegó el salto más alto que pudo, con los brazos extendidos sobre su cabeza y se aferró a una de las amplias mangas de la túnica como si su vida dependiera de ello.
Más tarde admitiría, humildemente, que fue justo a tiempo. Los relámpagos constantes iluminaban el cielo como una enardecida reunión de anguilas eléctricas. Claro que mientras colgaba allí no estaba tan seguro de obtener el resultado pretendido. Esto último era un detalle que no revelaría en el momento de contar la historia.
Ankshar se detuvo en seco. Levantó el brazo y observó al suspendido Snap con expresión confundida. Se había olvidado completamente de su presencia y no comprendía por qué se bamboleaba colgado de su túnica mirándolo con ojos de búho asustado.
El mago lanzó una carcajada que disipó todo vestigio de tormenta y restauró la caricia del sol, que Snap recibió aliviado. Depositó al duende sobre el pasto y se sentó a su lado sin dejar aún de reír.
-¡Ay, Snap, pequeñín!- exclamó acariciándose la barba- Te has convertido en poco menos que mi conciencia.
El duende sonrió con timidez, dejando a la vista dos grandes paletas que le conferían cierto aspecto conejil.
-¿Qué fue lo que le dijo el mensajero, Maestro? ¿Qué es lo que lo perturbó de tal manera?- preguntó en voz baja y mirando el cielo, temiendo un nuevo arrebato de rabia.
El viejo mago sacudió la cabeza con pesar, mas supo controlar sus invocaciones.
-Nada bueno...-murmuró- nada bueno, pequeño... Ellos han despertado.

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Es el comienzo de una historia que comienza a dibujarse en mi cabeza, de a poco.
Quiero terminar Sed antes de zambullirme en ella de lleno.
Vale opinar! ^^

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