9.10.06

Transoñamiento.

Se esfuman los contornos de la despreocupada turbulencia azulverdosa mientras cinco pares de dedos esquizofrénicos intentan articular palabra.
La música retumba sin coherencia entre el vaso de agua semilleno-semivacío y tu cara de "no quiero dormirme" reflejando la mía.
Mientras me pregunto sin saber por qué a dónde conducen todos los caminos (porque no es a Roma, eso es mentira) el flaco enloquece y por un momento una guitarra amenaza con explotar o estrellarse contra los parlantes.
Por suerte llegan los bizcochitos con mate y nos vamos con los ojos de huevofrito a enredarnos los dedos en aserrín.

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